En Roma, en el cementerio de Trasón, junto a la vía Salaria Nueva, san Saturnino de Cartago, mártir, quien, según refiere el papa san Dámaso, bajo el emperador Decio, por confesar a Cristo, en su misma patria fue atormentado en el potro y, expatriado a Roma, después de superar otros atroces tormentos, convirtió a la fe al tirano Graciano y alcanzó, decapitado, la corona del martirio († hacia el año 250).
«Ésta es la gracia que debemos pedir: la perseverancia. Y que el Señor nos salve de las fantasías triunfalistas. El triunfalismo no es cristiano, no es del Señor. El camino de todos los días, en la presencia de Dios: ése es el camino del Señor. ¡Vayamos por él!»
Comenzar es de todos; perseverar, de santos.
Que tu perseverancia no sea consecuencia ciega del primer impulso, obra de la inercia: que sea una perseverancia reflexiva.