Herodes o la corrupción

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Herodes mandó decapitar a Juan caprichosa e injustamente. No tuvo que dar cuentas a nadie, y, quizá más grave todavía, nadie se las pidió. A eso se llama corrupción, y a quienes la ejercen, corruptos.

El Papa Francisco distingue entre pecado y corrupción. La corrupción es más grave que el pecado, es como un pecado continuado. Más que perdonarla –dice el Santo Padre- la corrupción hay que curarla. En el pecado, por humanos, caemos todo; no así en la corrupción. La corrupción más grave es la estructural, que propicia la personal a gran escala.

A la luz de la Palabra de Dios, podemos sentirnos personalmente interpelados ante la corrupción del Rey Herodes, al mandar decapitar a Juan el Bautista. La corrupción le llevó al Rey a jurar lo que nunca tenía que haber jurado; y a cumplir lo que, incluso habiéndolo jurado, nunca tenía que haber cumplido. Dejémonos hoy cuestionar por la Palabra para discernir hasta qué punto prevalece en nosotros la integridad y la justicia, incluso cuando creemos que nadie nos ve o nadie se va a dar cuenta.