En tu alma parece que materialmente oyes: «¡ese prejuicio religioso!»… —Y después la defensa elocuente de todas las miserias de nuestra pobre carne caída: «¡sus derechos!».
Cuando esto te suceda di al enemigo que hay ley natural y ley de Dios, ¡y Dios! —Y también infierno. Camino, 141.
Al gobernar, después de pensar en el bien común, es necesario contar con que —en el terreno espiritual y en el civil— difícilmente una norma puede no desagradar a algunos.
—¡Nunca llueve a gusto de todos!, reza la sabiduría popular. Pero eso, no lo dudes, no es defecto de la ley, sino rebeldía injustificada de la soberbia o del egoísmo de aquellos pocos. Surco, 383.